Durango 14. Sala Siroco

Estaba terminando de apurar el ultimo cigarrillo que me quedaba en la arrugada y maltrecha cajetilla y recibí una llamada inquietante, descolgué y al otro lado del teléfono una misteriosa voz me dijo – Durango14 fin de gira en la sala Siroco,  el 26 de octubre será el golpe y habrá colaboradores grasientos y muy peligrosos- El cigarrillo cayo de mis labios y se precipitó hacia un trágico final impactando en el cemento.
La banda de los Durango la forman Cuatro personajes de sobra conocidos por los que pululan en salas de clara nocturnidad y alevosía, lugares donde el surf and rock se impregna en las paredes y rellena el alma de los fantasmas que beben güisqui mientras aplauden y disfrutan con ritmos venidos del infierno. Pablo Valero, Ruri Grande, FumanJoe y David Pardo tienen más peligro con un instrumento en la mano que Billy el niño con una metralleta de repetición, y para más inri, como conductor para darse a la fuga un Javier Planelles experto en servicios finos y rítmicos para transportar botines a paraísos fiscales.
Sabía que iban a ocurrir cosas importantes en esa anunciada noche madrileña, así que me puse en marcha y comencé a preparar el operativo de contención para evitar que el golpe se llevara a cabo. Me di unas cuantas vueltas por el centro de Madrid, por Malasaña se oían nombres como el de Rubén Pozo y Adri Díaz como colaboradores de lujo, me costaba creer que ese ritmo demoniaco y no cantado, fuera a tener voces y letras, todo sonaba a profecía delincuencial y grasienta de proporciones incalculables.
Entré en una cantina, me tome un “Thunder”, otro y otro hasta que terminé la botella, la lance contra una pared y la hice añicos, de fondo una canción se repetía sin cesar , era “Jolene” un bucle irrefrenable que se quedó pegado a mi paladar como una gelatina de absenta, tenía que haber realizado un “Réquiem for A friend” llamado Surf Devil man pero no tuve fuerzas para acordarme de mi viejo y difunto compañero, el me advertía cada día sobre el peligro de entrar en vicios de música hipnótica  de esa que se te queda en la cabeza alojada como un virus que te aniquila poco a poco.

Ya de vuelta a casa uno de mis contactos me escribió advirtiéndome que la banda estaba preparando el golpe en un lugar llamado “Villa Paquita”, un sitio con ese nombre solo podía ser un maldito nido de “Comadrejas Asesinas”, mi “Corazón Salvaje” me hizo coger la moto y dirigirme hacia esa dirección, quería ir solo, sin nadie que pudiera interferir en mis averiguaciones, me apetecía sentir la brisa y el olor a gasolina. Mientras recorría las curvas que me llevarían a esa Villa, mi mente cada vez se ponía más “Crazy” , mis dientes rechinaban y  sabía perfectamente que jamás habría un “Duelo al Sol”, ellos buscan la noche para ocultar su virulencia entre sombras y humo. Dejé atrás el asfalto y “The Last Oil Station” y entré en un camino de arena fina, al final una luz resplandecía, fui hacia ella acelerando, como un Kamikaze sin control, como Banderas en “Desperado” junto a su “Sweet Girl”. Aparqué en la puerta y apague el motor. Una música sonaba sin parar, me resultaba familiar, seis sombras resaltaban desde fuera de la casa, unas botas de “Salamandra” colgaban del tejado y un suave viento movía mi pelo, la música paró de sonar y sentí un golpe seco y gélido en mi nuca. Todo se volvió “Black is black”.
Desperté con un brutal dolor de cabeza en un cuarto oscuro donde olía raro, tenía las manos atadas y aún estaba un poco aturdido por el golpe recibido, se abrió la puerta y un pequeño Halo de luz me ilumino la cara dejándome ciego unos segundos, un carraspeo siguió a una pregunta -¿Django que hacías anoche jugando a “The Spy” en la sala de ensayo?”- era el maldito Ruri Grande, llevaba una camisa Duranguer leoparda, y su mítico pelo de actor cool italiano aderezado con barbiperilla don Juan Tenorio, – Ruri, recuerda que “Tu madre se comió a mi perro” y eso jamás te lo perdonare- le dije mientras intentaba soltarme, detrás de Ruri empecé a ver las cabezas de todos los Duranguers, se reían como malditos muñecos, abrieron la puerta del cuarto de par en par y por fin supe dónde estaba. Era la Sala Siroco, llevaba inconsciente muchas horas y me habían despertado en el instante preciso, justo para que me diera cuenta de que jamás podría evitar ese golpe. Una “Suite Durango” empezó a sonar , mientras atado solo podía escuchar y mirar como el público enfervorecido se volvía “Crazy”. Dejé de luchar, fui un cobarde, me rendí ante la evidencia de que los malos habían ganado, “Aracena” cayó al suelo y recargaron con otra bala llamada “Hairy Lemon”, y cuando cayó entró otra y otra y otra, el espesismo me hizo acceder a un estado de trance, Fumanjoe saco su navaja del bolsillo y me desató, cogí una cerveza, bebí como loco tirándomela por encima mientras movía el culo sin parar al ritmo de “Surfin Waikiki”.
No pude evitar el último golpe de Durango 14 antes de su retiro para tramar nuevos planes, y encima les salió redondo, fue un golpe maestro y con testigos que jamás les delatarían; seguro que ahora estarán disfrutando de su botín en alguna isla mientras beben mojitos, fuman puros y juegan a las cartas, a la próxima no se me escaparan, pero mientras  llega ese momento  les quiero decir algo:
“Lets go Riders” Juro que pronto os parare los pies.

Django VS Durango 14.

 

Texto:David Prida

Fotos:David Prida