José Ignacio Lapido. Joy Eslava

 

Asistir a un concierto de José Ignacio Lapido es disfrutar de dos horas de masterclass de rock, composición y saber hacer con calma, pausa y aroma.

Y es que los años no pasan en balde, y desde sus inicios allá por el año 1979, han llovido ostias como panes, hemos pasado unas cuantas crisis, la música ha evolucionado a niveles donde las maquinas hacen el trabajo de varios hombres, los valores cada vez están más tirados por tierra y ni la palabra dicha ni escrita tienen valor.

Una industria musical donde muchos de los que actualmente triunfan y llenan salas y estadios- aunque ellos no lo sepan- son alumnos del señor Lapido.

Decano, catedrático, escritor, hombre del renacimiento, de cara rocosa y rostro impenetrable, un Gary Cooper del rock, hombre de negro con personalidad y carácter al igual que las estructuras musicales, poéticas o narrativas que salen de su pluma.

Actualmente, mucho público es consumidor y seguidor a muerte de cantautores y rockerillos con asesores de imagen, perfiles en redes sociales gestionados por varias personas, elevados al cielo como su fueran auténticos Rolling Stones por el mero hecho de haber sabido vender su mercancía eclipsando el germen, productos de marketing creados para canibalizar cualquier atisbo de vetustísmo musical.

Aún quedan valientes que tienen las agallas suficientes para hablar en alto y decir: «- Este señor o el otro- han hecho más por la música de nuestro país que miles de artistas que solo se sostienen por estructuras de carton piedra».

El respeto antes de que comenzara el concierto fue absoluto, estaba suficientemente ganado, pero cuando se  asomaron al escenario los señores, Víctor Sánchez, Raúl Bernal, Popi González, Jacinto Ríos y el mismísimo José Ignacio Lapido el respeto se consolida y empieza a transitar por momentos de felicidad y goce absoluto.

Tremendísima banda, con las cosas claras, sin necesidad de florituras, cabriolas y volteretas circenses, aquí solo hace falta hacer música, hacer rock seco y pulcro, llamar a las cosas por su nombre y desprender pasión en cada palabra, en cada estrofa, en cada acorde.

Una sala Joy eslava con ¾ de aforo fue testigo de un setlist completísimo donde el mayor peso lo llevo su nuevo LP  «El Alma Dormida», obra maestra absoluta, con letras que entran en el corazón como dardos envenenados, un aroma a country rock, melodías pegadizas , poesía plasmada en partituras.

“No hay prisa por llegar”, “Nuestro Trabajo”, “Mañana quien sabe”, “Cuidado”, “Como si fuera verdad”, “Estrellas del purgatorio”, “Dinosaurios”, “En la escalera de incendios”, “La versión oficial” y “Lo que llega y se nos va” fueron las elegidas para enseñarnos como sonaba esta pieza de orfebrería.

La experiencia como ventaja, los kilómetros recorridos se notan en como llevaron el show, el control y la compenetración ayudaron a retomar temas de LP´S pasados, así sonaron “Pájaros”, “El Dios de la luz eléctrica” de “Ladridos del perro mágico”;  “La Antesala del dolor” y “No digas que no te avisé” de “En otro tiempo otro lugar”;  “No queda nadie en la ciudad” y ”Noticias del infierno” de “Música Celestial”; “Lo creas o no”, “La hora de los lamentos”, “El más allá” de “De sombras y sueños”;Cuando por fin” de  “Formas de matar el tiempo”, “Luz de ciudades en llamas” y por ultimo “En el Angulo muerto”, “Algo me aleja de ti” y “Cuando el Angel decida volver” de “Cartografía”.

Un público entregado en todo momento, pieza musical delicatesen en todas sus aristas, que nos hizo viajar por terrenos áridos, húmedos, encharcados y asfaltos humeantes sin movernos de la sala Joy Eslava, un mundo dado la vuelta donde el cielo es el infierno y el infierno el cielo, jugadores Kamikazes, Lapido y su banda, personajes de novela negra, western crepuscular o cult movie europea, los terrenos por los que transita la música del señor Lapido son inabarcables,  inmenso en todas sus vertientes, nos dio una clara lección de lo que es la música con mayúsculas.

Porque al final no es necesario lanzar fuegos artificiales para mostrar que estamos en una fiesta, solo hace falta encender la cola de un petardo sordo, elevarlo ante todo el mundo y transmitir sin pestañear que ese petardo es la mayor y luminosa experiencia de poesía jamás antes vista.

Todo un conciertazo, agradecidos por poder asistir a esta ceremonia de la tinta sobre blanco, la cultura del valor y sobretodo la pasión y valentía de quienes están en la sombra, pero dan soporte y sustento a las paredes de muchas estructuras de metacrilato.

Al final el trabajo, la valía y la tenacidad se traducirán en un homenaje con mayúsculas en la historia de la música española para este forajido llamado José Ignacio Lapido.

Gracias maestro y esperamos verle por muchos más años.

Tinta y Rock ¡

 

Texto: David Prida( Django Desencadenado)

Fotos: David Prida( Django Desencadenado)